Agroecología en Tandil: Pequeños esfuerzos por salvar la ruralidad

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Entrevista ABCHOY

Damián Colucci y su familia viven y producen, con conciencia ecológica, en un pequeño campo ubicado a 10 kilómetros de la ciudad. Actualmente, ofrecen al mercado la harina orgánica “Monte Callado”, pero también resaltan los beneficios de la rotación de suelos, de no utilizar agroquímicos y de entregar a las personas, “un producto más sano”.

Por Mariano López Guerrero (marianolopezguerrero@gmail.com)

Damián cuenta que “cuando tenía 20 años, lo único que sabía, era que yo quería vivir en el campo”. En tiempos de ciudades atestadas, la ruralidad, el campesinado, ha ido trastocando en el abandono de esos espacios, y la aparición de idealistas como este vecino, que hoy reside junto a su compañera Mariana y sus dos pequeños hijos, en la misma tierra en la que produce, permite pensar en un posible retorno a este modelo de auto subsistencia y de alimentos más sanos. O, como ambos coincidimos, “en algún punto, el futuro, está en el pasado”.

-¿Cómo surgió esto de ir a contramano del sistema productivo convencional?

-En realidad, para mí, fue la única manera. No es que yo estaba en el campo y quise revertir una situación y pasarme a otra. Yo arranqué directamente con agroecología, en el campo, en el 2001. No hubo una transición o un cambio. Empezamos con esto, porque a mí me parecía la única manera de producir alimentos.

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-O sea, querías ser productor agropecuario, pero siempre supiste que lo ibas a hacer de una manera ecológica.

-Sí.

-Pero en el 2000 o 2001, no había una movida tan fuerte respecto de los productos orgánicos…

-No tenía el auge que tiene hoy, pero ya había un montón de información, de libros, etc. Lo que pasa que en un nivel mucho menor y no difundido en las radios o en los medios masivos, como puede pasar hoy, que se habla mucho más del tema. Pero había material.

Hace quince años te decían que el glifosato no hacía absolutamente nada. Hoy, los productores reconocen y te dicen: “esto que usamos es una basura, una porquería”.

-Supongo que tampoco había tantos posibles consumidores de lo orgánico, cuando arrancaste…

-No, no había. Muchos menos. Eso dificultó bastante, en los primeros años, el tema económico para nosotros. Bastante. Porque nosotros producíamos algo que era de una calidad superior, que llevaba mucho más trabajo, que tenía “menos rendimiento” y lo teníamos que vender al mismo precio. O no era valorado, directamente. Era despreciado, por decirlo de alguna manera. Eso dio un vuelco. Hoy, buscan nuestros productos o los de otros productores orgánicos o agroecológicos, y los pagan mejor, porque valoran que es algo que no solo es un mejor alimento para uno, que lo come; sino que estás generando conciencia de que el productor no está destruyendo la tierra para producir esos alimentos. Hay mucha gente que no solo los compra por salud, sino por hacer las cosas bien.

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-Cuando comenzaste, esa cuestión económica, ¿No te asustó, o te freno? ¿O te hizo pensar que a lo mejor no iba a ser económicamente sustentable un modelo productivo sustentable?

-En realidad, yo conté con varias cosas a favor. Cuando llegué acá, tenía 20 años y no tenía familia. Entonces, no me preocupaba mucho eso. Y ya teníamos la tierra, y no tenía que pagar un alquiler y eso. Ese proceso fue más fácil. Sino, hubiera sido más difícil. Pero hoy, las cosas cambiaron mucho, a nivel comercial, para estos productos. Entonces, cualquier productor, podría cambiarse a este modelo.

-Puntualmente, ¿En qué consiste producir orgánicos y por qué es mejor que el método mayoritariamente usado por los agricultores?

-Es un tema bastante amplio. En principio, a nivel nutricional, tiene muchísimos más nutrientes el suelo, porque es rotado intensamente y el producto es mucho mejor. Y después, la elaboración de la harina que hacemos nosotros, es con un sistema antiguo, que molemos con molinos de piedra, que conservan más nutrientes en el trigo. Hay un montón de cuestiones que los molinos no las tienen en cuenta. Esto, dicho burdamente. Y después, la producción orgánica es mucho más saludable para el entorno. Yo creo que a los ciudadanos de Tandil, les estamos haciendo un bien, porque nosotros producimos alimentos más sanos, que les entregamos a ellos; y nosotros, al ambiente, no le entregamos nada negativo. Un productor convencional, entrega productos que generalmente, ni siquiera quedan en la propia ciudad, sino que entrega un valor comercial, pero a su vez, un montón de agroquímicos que van al agua, al suelo, al aire y que contaminan a todos los seres vivientes del entorno, y lo destruyen. Esto está ampliamente estudiado, no es algo que decimos los productores orgánicos para nuestro beneficio. Y en el mundo, en muchos lugares está prohibido producir con agroquímicos. O está muy restringido el uso, justamente por los daños que hacen.

El Estado no acompaña en absoluto. Hay varias secretarías de producción orgánica y cierto apoyo. Pero en la práctica, no existe.

“BICHOS RAROS”

-Es decir, en ninguna parte de tu proceso productivo, usas agroquímicos.

-No uso agroquímicos. No uso fertilizantes, tampoco, que también son agroquímicos. Ni herbicidas ni pesticidas. Y también, aplicamos la rotación de cultivos y el abono del suelo con ganadería y varias técnicas de mejoramiento para poder producir.

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-¿Y cómo conseguís las semillas?

-En su mayoría, las obtenemos nosotros de nuestras cosechas y las pocas que no se consiguen, las compramos a productores orgánicos. Y en el último caso, las compramos en el mercado común, pero con ciertos requisitos. Porque además de ser productores agroecológicos, estamos dentro de una certificación orgánica, que tiene ciertas normas, dentro de las que nos tenemos que mover. Y no podemos usar ni semillas transgénicas, ni tratadas con agroquímicos. Muchas semillas ya vienen con funguicidas y un montón de cosas, antes de sembrar. Nosotros no las podemos usar por la norma, y no las usamos además, porque no nos parecen necesarias.

-¿Quiénes son hoy los que compran tu harina orgánica?

-Es casi un mercado paralelo. Todavía es chiquito el mercado orgánico y me parece que todavía nosotros no podemos competir.

-¿Cómo ven los productores “convencionales” a los productores “orgánicos”? ¿Sos un productor más, o sos medio “un bicho raro”?

-En realidad, sí, somos mirados como bichos raros. Pero hace diez años atrás, no nos creían en absoluto. Hoy que escuchan de toda la gente que se muere por agroquímicos, las enfermedades que hay y todo, ya la conversación es otra con los productores. Antes decían que el glifosato no hacía absolutamente nada, que era algo que había sido probado y eso. Hoy, los productores reconocen y te dicen: “esto que usamos es una basura, una porquería, pero no sé que otra manera hay para hacerlo”.

-¿Eso pasa porque en general se piensa solo en los rindes y cuesta cambiar esa lógica?

-No sé si es porque se piensa solamente en el rinde. Sino que es lo que está impuesto. Porque lo que nosotros hacemos, tiene menos rindes, pero menores costos, también. Y el producto tiene mayor valor.

-¿Se puede pasar de lo convencional a lo orgánico, con cierta facilidad?

-Sí, por supuesto. Tiene que haber una persona que sepa, un buen asesor, alguien que pueda llevar a cabo ese vuelco.

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-Ahora, el método de tus vecinos, que hacen agricultura con agoquímicos, ¿Te afecta? ¿Llega algo de contaminación? ¿Cómo convivís?

-Y mirá, es muy difícil. En realidad, nuestros productos, empíricamente, también están contaminados. Porque debemos convivir con otras producciones. No hay otra manera. Son muchísimo mejores nuestros productos, pero no son cien por cien puros. Tendríamos que estar en un lugar muy aislado para poder hacerlo.

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IGNORADOS

-¿Cuál es el rol de Estado en este tipo de iniciativas? ¿Hay acompañamiento?

-En absoluto. Hay varias secretarías de producción orgánica y cierto apoyo. Pero en la práctica, no existe. Eso sería clave para que muchos productores se pasen de este modelo destructivo, a un modelo más sano. Que haya algún tipo de apoyo. De parte del Municipio, tampoco. No tenemos ningún apoyo. Acá vienen un montón de escuelas rurales, vienen universidades, a ver nuestro trabajo, a ver el campo, pero por el Municipio, nosotros estamos totalmente ignorados. A nosotros nos llama la directora de una escuela y nos dice que les quiere mostrar a sus alumnos nuestro trabajo y la forma de producir de otra manera. Por supuesto que siempre decimos que sí. Pero después, no tenemos ninguna ayuda por parte del Estado.

Yo creo que a los ciudadanos de Tandil, les estamos haciendo un bien, porque nosotros producimos alimentos sanos, que les entregamos a ellos; y nosotros, al ambiente, no le entregamos nada negativo.

-¿En qué aspectos te podrían ayudar?

-En un montón de cosas. Igualmente, nosotros nos hemos acostumbrado y nos arreglamos. No es que necesitamos ir a pedirles algo. Pero existen cosas en las que se puede ayudar, facilitar. Yo insisto en que creemos que le estamos haciendo un bien a nuestra comunidad, y sin embargo nos ignoran.

-¿Hay más productores orgánicos en Tandil? ¿Están unidos?

-Hay más. Seremos cinco o seis. Y sí, nos juntamos. De hecho, ahora formamos parte de un grupo que es de Cambio Rural, que pertenece al INTA. Estamos gestionando para ingresar, como productores agroecológicos de la zona.

-¿Certificar como orgánico es muy complejo?

-No. No es complejo. Hay una normativa que hay que estudiarla y trabajar de acuerdo a eso. Para un productor, como nosotros, que ya éramos agroecológicos, no significó cambiar nada. En cambio para un productor convencional que se quiera pasar a lo agroecológico, sí va a tener que estudiar y dejar de hacer muchas cosas y hacer de otra manera, algunas otras. Yo creo que se van a pasar muchos productores cuando vean que hay demanda de productos orgánicos. Eso es fundamental.

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-¿Cómo funciona la cadena de comercialización?

-Y, casi nosotros hacemos toda la cadena. Ahora hay lugares que compran los productos y los revenden. Pero en general, nos ocupamos nosotros de todo el sistema. Eso también es complejo, por ahora. Porque tenés que ocuparte desde sembrar el trigo, hasta vender la bolsa de harina.

-Si esto empezara a crecer, si hubiera cada vez más producciones orgánicas, si llegáramos a un escenario sin agricultura convencional, ¿El nivel de producción alcanzaría para satisfacer toda la demanda?

-Por supuesto. ¿Vos lo decís porque la productividad es menor?

-Claro.

-Mirá, justo lo charlaba con un amigo Ingeniero Agrónomo que es un asesor muy importante de producciones orgánicas en casi toda la provincia. Y él me decía: “Argentina produce alimentos para 300 millones de personas y hay gente desnutrida en el país”. Evidentemente, sobra la comida. La productividad sobra. De hecho, la comida se tira, los cereales se tiran. Hacer un feed lot, por ejemplo, es tirar el alimento y sacarle la comida a otros seres humanos.

En este punto, interviene Mariana, quien ha abrazado también este modo de vida y esta lógica de producción agroecológica y aporta: “lo que se produce en el campo, no son alimentos. Se producen granos para exportar. Si se produjesen alimentos, no habría hambre. Lo que se producen, son granos para vender afuera, para alimentar cerdos y vacas”.

Y vuelve Damián con su análisis: “Por supuesto que el país se abastece de alimentos del campo, pero es mínimo. El grueso de la producción se exporta. Y son productos de muy bajo costo. Porque en su momento han dicho que los productores ganaban mucha plata con la soja. La soja es un fracaso, porque una hectárea de soja, está seis meses con el cultivo, después queda totalmente abandonada. O sea que ese campo, produjo, en Tandil, 2000 o 3000 kilos por hectárea, de soja, en el año. Después, el campo está totalmente baldío. Nosotros, donde producimos trigo, cosechamos y después van las vacas. Además, alrededor de la casa tenemos un montón de gallinas que producen un montón de huevos. Eso lo vendemos, en un mercado especial. Tenemos cerdos también, que alimentamos con los desperdicios del molino y nuestra producción. Es decir, la producción es mucho más abundante cuando es familiar y con una visión agroecológica”.

Al principio, económicamente fue bastante difícil. Nosotros producíamos algo que era de una calidad superior, que llevaba mucho más trabajo, que tenía “menos rendimiento” y lo teníamos que vender al mismo precio.

-¿Tenés datos de cuánto más sano es un suelo de un campo con rotación y producción agroecológica, en relación a uno con el modelo convencional?

-La verdad que no. Y por suerte, todo lo que he escuchado, no fue verdad. Porque se decía que con este modelo de la soja, los suelos se iban a destruir totalmente y acá en la zona, por lo menos, no lo están. Pero la agricultura tradicional, si está bien hecha, aumenta la fertilidad del suelo y la mantiene a través de los años. De hecho, hace miles de años que el hombre hace agricultura. En cambio, el modelo convencional, está arrasando con todo. La verdad que no sé cuántos años puede durar. Pero lo que sí es visible, es la destrucción del ambiente, no la baja de productividad.

-Seguimos siendo agroexportadores básicos…

-Totalmente. Porque se está produciendo no para alimentar a los argentinos, sino para generar dinero que se podría generar de una manera más noble. Y estamos destruyendo nuestros suelos, para darle de comer a alguien que no sabemos ni quién es. Nosotros, conocemos a todas las personas a las que les vendemos nuestra harina. Y para nosotros, eso es una alegría, porque es toda gente de la zona. Y eso es algo de lo que se está hablando mucho en Europa y Estados Unidos, del “kilómetro cero” de los alimentos. Y eso está viniendo a la Argentina. Hay mucha gente que busca alimentos de la zona, porque si yo tengo que comprar una harina de Entre Ríos, esa harina tiene que hacer un montón de kilómetros para llegar hasta acá. El futuro va a ser abastecer los poblados, eso es a lo que tiende la humanidad conciente.

-En ese caso, el futuro es el pasado, de alguna manera…

-¡Exactamente!

-Me reconocías hace un rato que para la mayoría de los productores, vos sos un “bicho raro” por esto que elegiste. ¿Vos te reconocés también, como un “bicho raro”?

-Y…, un poco sí. Igual, nosotros tratamos de pasar un poco desapercibidos. Pero un poco sí. Porque estamos haciendo algo, que se dejó de hacer acá, que es vivir en el campo. Y primeramente, antes de ser productores, ser autosuficientes de los alimentos, que eso está totalmente olvidado. Y a mucha gente le pareció raro ver a alguien trabajando y viviendo en el campo. Lo veían como una rareza. Como si el campo fuera algo desolado, donde se produce con grandes maquinarias y está totalmente abandonado. Y listo. Se va a sacar algo y se lo lleva a otro lugar. Para nosotros, la vida está acá. Trabajamos y vivimos acá. Y creo que a muchos vecinos les “chocó” para bien, eso. Que nosotros, acá estamos. Y se nos ve, estamos, siempre presentes.

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